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Voces del Misterio

Las ocho grandes chapuzas de la historia de la ciencia

JUDITH DE JORGE | MADRID

Las ocho grandes chapuzas de la historia de la ciencia

Einstein introdujo una constante en sus ecuaciones porque le convencieron de que el universo era estable / ABC

Aunque la ciencia nos ha hecho la vida mucho más segura y, sin duda, es uno de los asideros a los que la humanidad tendrá que agarrarse con todas sus fuerzas para garantizar su futuro, no deja de ser una actividad humana y, por lo tanto, por muy rígidos que sean sus métodos de trabajo, no está exenta de cometer errores. Precisamente, la confianza pública hacia la ciencia ha descendido en los últimos tiempos a causa de algunas noticias contradictorias, como la confusión que rodea a la investigación sobre el cambio climático o los problemas casi cómicos que ha tenido el Gran Colisionador de Hadrones para ponerse en funcionamiento -desde el fracaso que supuso su parón pocos días después del primer «on» en septiembre de 2008 hasta el cortocircuito provocado por una miga de pan dejada por un pájaro el pasado noviembre-. Eso por no hablar de los fraudes científicos, como el cometido por el sur coreano Hwang Woo-suk, condenado por falsear una investigación sobre clonación de embriones humanos, aunque esa es otra historia en la que la mala fe entra en escena. Como nadie es perfecto, el físico y periodista británico Michale Brooks, colaborador de la revista NewScientist y del diario Daily Telegraph, enumera algunos de los errores garrafales de los científicos a lo largo de la historia, un escenario que no estamos acostumbrados a conocer:

1- El empecinamiento de Galileo Galilei: Para demostrar ante el Papa Urbano VIII que la Tierra giraba alrededor del Sol, el sabio florentino escribió una fórmula matemática. Desgraciadamente, utilizó las mareas como base de su argumentación. Sus cálculos señalaban que debía haber una marea alta al día en lugar de dos, pero Galileo se negó a reconocer su error, ridiculizando a aquellos que apuntaban que las mareas estaban, efectivamente, influidas por la Luna. Obviamente, se equivocaba.

2- La energía de las ancas de rana: Un siglo después, pero todavía en Italia, Luigi Calvani, pionero de la electricidad, cometió un famoso error. Después de colgar una hilera de ranas en la cerca de hierro de un jardín, las piernas de los animales comenzaron a temblar. Sorprendido, Calvani dedujo rápidamente una nueva teoría de la «electricidad animal», afirmando que el tejido biológico genera su propia corriente. Sin embargo,la contracción muscular experimentada por las extremidades de los batracios había sido provocada al tocarlas Galvani con unas tijeras metálicas durante una tormenta eléctrica.

3- Un trago de vómito negro: A principios del siglo XIX, el doctor Stubbins Ffirth estaba convencido de que la fiebre amarilla disminuía en invierno porque era fruto del calor y el estrés, y que no era contagiosa. Estaba tan convencido de sus teorías que decidió beber vómito negro directamente de la boca de un enfermo. Logró sobrevivir, pero no porque la fiebre amarilla no sea contagiosa, sino porque el virus tiene que ser transmitido directamente al torrente sanguíneo. En realidad, tuvo mucha suerte.

4- Los rayos X, un absurdo: Corría el año 1896 cuando el matemático y físico británico Lord Kelvin, que había ya había dimitido como presidente de la Royal Society de Londres, declaraba que los recientes informes de los rayos X «eran tan absurdos que, sin lugar a dudas, debían de ser un engaño». Tuvo que tragarse sus palabras. Ese mismo año, después de ver la evidencia por sí mismo, Kelvin dio marcha atrás e incluso aceptó ver su mano a través de los rayos. Rectificar es de sabios.

5- ¿Malos consejos para Einstein?: En 1917, antes de publicar su famosa teoría de la relatividad, Albert Einstein preguntó a un grupo de astrónomos si el universo estaba en expansión. Necesitaba saberlo porque sus ecuaciones describían un universo que podría estar creciendo o menguando. Los astrónomos le contestaron que nada de eso, que estaba estable, así que Einstein introdujo en sus cálculos una «constante cosmológica». Una década más tarde, Edwin Hubble descubrió que el Universo está en expansión.

Einsten llamó a la inserción de esta constate su «mayor error», pero lo cierto es que no lo fue tanto. Recientes descubrimientos sobre la naturaleza del tiempo y del espacio muestran que sí necesitamos una constante cosmológica después de todo.

6- La teoría fundamental del universo: En 1921, el astrónomo Sir Arthur Eddington descubrió una serie de coincidencias en algunas cifras relacionadas con la cosmología, y se dedicó a demostrar que esto era una pista que podría conducir a una teoría fundamental del universo. La teoría se desmontó fácilmente cuando otro colega vio que uno de los números no era correcto.

7- Una sonda se estrella por confundir los metros con los pies: En 1999, la sonda de la NASA Mars Climate Orbiter se encontró misteriosamente 60 kilómetros más ceca del Planeta Rojo de lo esperado. El supuesto enigma no fue provocado por un viaje en el espacio-tiempo, más nos hubiera gustado, sino porque los responsables de la nave no se entendieron. Los científicos de la NASA habían estado trabajando en metros y centímetros, mientras que los ingenieros de la multinacional Lockheed Martín, que suministraban el software de navegación, lo hacían en pies y pulgadas. El resultado es que, incapaces de alcanzar una órbita estable, la nave se precipitó sobre la superficie de Marte. Un garrafal fallo de principiante.

8- Un virus que sí es infeccioso: Biólogos franceses de la Universidad del Mediterráneo en Marsella anunciaron en 2003 que habían descubierto el virus más grande del mundo, el «Mimivirus», treinta veces más grande que los rinovirus que provocan un resfriado y prácticamente indestructible. Se anunció que el virus no podía infectar a los seres humanos, pero un año más tarde, uno de los técnicos de laboratorio enfermó de neumonía inducida por mimivirus. El virus era nuevo para la ciencia, pero no para el ser humano: el 10% de los enfermos de mimivirus tienen anticuerpos en su sangre.

Fuente: http://www.abc.es/

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