El día 16 de junio del 2002, su Santidad Juan Pablo II (Karol Wojtila), canonizó al Beato Padre Pío. Es el primer sacerdote canonizado que ha recibido los estigmas de nuestro Señor Jesucristo.
Con motivo del 40 aniversario de su muerte se levantaron sus restos de la tumba, con la gran sorpresa que su cuerpo permanece incorrupto, en perfecto estado de conservación, con un color natural de la piel.
El cuerpo incorrupto del Padre Pio
El 23 de Septiembre celebramos la fiesta del santo Padre Pío de Pietrelcina, 1887-1968, heredero espiritual de San Francisco de Asís, ha sido el primer sacerdote en llevar impreso sobre su cuerpo los estigmas de Jesús.
El santo Padre Pío, al que Dios donó particulares carismas, se empeñó con todas sus fuerzas por la salvación de las almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad, llegan hasta nuestros días, acompañados por sentimientos de gratitud. Sus intercesiones providenciales fueron para muchos causa de sanaciòn en el cuerpo y conversión espiritual.
Padre Pío, bautizado Francesco Forgione, nació en Pietrelcina, una aldea de Benevento, el 25 de mayo de 1887, en una familia humilde, donde el papá Grazio Forgione y la mamá Maria Giuseppa Di Nunzio ya tenían otros hijos.
Desde muy pequeño Francesco experimentó el deseo de consagrarse totalmente a Dios. Este deseo lo distinguió de sus coetáneos. Tal “diversidad” fue observada por parientes y amigos. Su madre contó:
“No cometió nunca ninguna falta, no hizo caprichos, siempre obedeció a mí y a su padre, cada mañana y cada tarde iba a la iglesia a visitar a Jesús y a la Virgen. Durante el día no salió nunca con los compañeros. A veces le dije: “Francì sal un poco a jugar. Él se negó diciendo: no quiero ir porque ellos blasfeman”.
Por el diario del Padre Agostino de San Marco, uno de sus directores espirituales, se tuvo conocimiento de que el santo Padre Pío, desde el 1892, cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus primeras experiencias espirituales. Los Éxtasis y las apariciones eran tan frecuentes que al niño le pareció que eran absolutamente normales.
El 6 de enero de 1903, a los dieciséis años, pudo realizarse para Francesco su más grande sueño: consagrar totalmente la vida a Dios. Entró como clérigo en la orden de los Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910. Así inicio su vida sacerdotal que a causa de sus precarias condiciones de salud, se desarrollaría primero en muchos conventos de la provincia de Benevento.
Estuvo en varios conventos por motivo de salud, luego, a partir del 4 de septiembre de 1916 llegó al convento de San Giovanni Rotondo, dónde se quedó hasta el 23 de septiembre de 1968, día de su muerte.
En este largo período el Padre Pío iniciaba sus días despertándose por la noche, muy antes del alba, se dedicaba a la oración con gran fervor aprovechando la soledad y silencio de la noche. Visitaba diariamente por largas horas a Jesús Sacramentado, preparándose para la Santa Misa, y de allí siempre sacó las fuerzas necesarias, para su gran labor para con las almas, al acercarlas a Dios en el Sacramento Santo de la Confesión, confesaba por largas horas, hasta 14 horas diarias.
Uno de los acontecimientos que señaló intensamente la vida del Padre Pío fuè la mañana del 20 de septiembre de 1918, cuando, rogando delante del Crucifijo del coro de la vieja iglesia, el Padre Pío recibió los estigmas.
Los estigmas o las heridas fueron visibles y quedaron abiertas, frescas y sangrantes, por medio siglo. Este fenómeno extraordinario llamó la atención de los médicos, de los estudiosos, de los periodistas, pero sobre todo de la gente común que, en el curso de muchas décadas fueron a San Giovanni Rotondo para encontrar al santo fraile.
En una carta al Padre Benedetto, del 22 de octubre de 1918, el Padre Pío cuenta su “crucifixión”:
"¿Qué cosa os puedo decir a los que me han preguntado como es que ha ocurrido mi crucifixión? ¡Mi Dios qué confusión y que humillación, yo tengo el deber de manifestar lo que Tú has obrado en esta tu mezquina criatura! Fue la mañana del 20 del pasado mes (septiembre) en coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui sorprendido por el descanso en el espíritu, parecido a un dulce sueño.
Todos los sentidos interiores y exteriores, además de las mismas facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible. En todo esto hubo un total silencio alrededor de mí y dentro de mí; sentí enseguida una gran paz y un abandono en la completa privación de todo y una disposición en la misma rutina. Todo esto ocurrió en un instante. Y mientras esto se desarrolló; yo vi delante de mí un misterioso personaje parecido a aquél visto en la tarde del 5 de agosto. Éste era diferente del primero, porque tenía las manos, los pies y el costado que emanaban sangre.
La visión me aterrorizaba, lo que sentí en aquel instante en mí no sabría decirlo. Me sentí morir y habría muerto, si Dios no hubiera intervenido a sustentar mi corazón, el que me lo sentí saltar del pecho. La vista del personaje desapareció, y me percaté de que mis manos, pies y costado fueron horadados y chorreaban sangre. Imagináis el suplicio que experimenté entonces, y que voy experimentando continuamente casi todos los días.
La herida del corazón asiduamente sangra, comienza el jueves por la tarde hasta al sábado. Mi padre, yo muero de dolor por el suplicio y por la confusión que yo experimento en lo más íntimo del alma. Temo morir desangrado, si Dios no escucha los gemidos de mi pobre corazón, y tenga piedad para retirar de mí esta situación.”
Por años, de cada parte del mundo, los fieles fueron a este sacerdote estigmatizado, para conseguir su poderosa intercesión ante Dios. Cincuenta años experimentados en la oración, humildad, sufrimiento y sacrificio, donde para actuar su amor, el Padre Pío realizó dos iniciativas: una vertical hacia Dios, con la fundación de los “Grupos de oración”, y la otra horizontal hacia sus hermanos, con la construcción de un moderno hospital: “Casa Alivio del Sufrimiento.”
En septiembre de 1968 millares de devotos e hijos espirituales del Padre Pío se reunieron en un congreso en San Giovanni Rotondo para conmemorar juntos el 50° aniversario de los estigmas aparecidos en el Padre Pío y para celebrar el cuarto congreso internacional de los Grupos de Oración.
Nadie habría imaginado que a las 2.30 de la madrugada del 23 de septiembre de 1968, sería el doloroso final de la vida terrena del Padre Pío de Pietrelcina, este maravilloso fraile, escogido por Dios para derramar su Divina Misericordia de una manera tan especial sobre el mundo. Muchas han sido las sanaciones y conversiones concedidas por la intercesión del santo Padre Pío, e innumerables milagros han sido reportados a la Santa Sede.
Karol Wojtyla, sacerdote polaco, cada vez que viajaba a Italia, visitaba San Giovanni Rotondo para confesarse con el Padre Pío. En una de esas ocasiones, el Padre Pío pareció entrar en un breve trance y dijo: "Vas a ser Papa". Karol se extrañó mucho: "¿No se equivoca?, yo ni siquiera soy italiano". Pero el Padre Pio le dijo:
"Vas a ser Papa", y continuó: "También veo sangre. Vas a ser Papa y veo sangre".
Y, una vez Papa, el mismo Karol Wojtyla concluyó la causa de su betificación, que culminó el 2 de mayo de 1999. Tan grande fué la multitud en la Misa de beatificación, que desbordaron la Plaza de San Pedro, y toda la Avenida hasta el río Tiber sin ser estos lugares suficientes. Millones de personas lo siguieron por la televisión en el mundo entero.
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