Un cementerio llamado Alameda de Hércules en Sevilla
Luis Sánchez-Moliní.
No hay fuentes documentales sobre estos camposantos.
Las excavaciones en la calle Alberto Lista revelan la existencia de dos necrópolis superpuestas de origen romano y andalusí
Antes de ser lugar del paseo elegante de la ciudad; antes de convertirse en el barrio chino de la urbe; antes de figurar en las guías como el chueca para el ocio nocturno sevillano, la Alameda de Hércules fue un enorme cementerio en donde recalaron los huesos de romanos y musulmanes que habitaron Sevilla en diferentes periodos de su historia.
Así lo revelan las excavaciones que se han realizado recientemente en un solar de la calle Alberto Lista que acogerá la sede del Instituto Andaluz de la Mujer. Lo que ha interesado a los arqueólogos no es tanto el uso como necrópolis de la zona, que ya estaba documentado en otras excavaciones llevadas a cabo en las calles Divina Enfermera, Joaquín Costa o Pérez Montalbán, sino la persistencia del cementerio a través de los siglos. En un principio, los investigadores de la empresa Arqueológica encontraron una amplia zona funeraria de la época andalusí fechada entre los siglos XI y XII, aunque en zonas cercanas se han documentado tumbas de hasta la época califal (siglo X). Sin embargo, cuando se profundizó algo más, tras pasar un "gran paquete de inundación", es decir, una serie de capas de lodo y otros materiales depositados allí por diferentes riadas fechadas entre los siglos III y X, se descubrió que aparecía otra necrópolis, ésta de origen romano fechada en la época altoimperial, entre los siglos I y III. Es decir, lo que hoy conocemos como la Alameda de Hércules tuvo en tiempos pretéritos un sesgo claramente funerario.
La actividad arqueológica que fue promovida por la Dirección General de Patrimonio de la Consejería de Economía y Hacienda ha permitido encontrar un área de necrópolis musulmana que, según el investigador Enrique Domínguez no está recogida en la documentación escrita, lo que le da un valor añadido. "Es un cementerio bastante extenso, que ocuparía la zona noroeste de la Alameda. Es la típica necrópolis musulmana, con tumbas que prácticamente carecen de estructuras". No existe ningún enterramiento monumental, lo que podría indicar que era una zona de inhumación de clases no pudientes. "Algunos de los enterramientos están cubiertos con tejas, una tipología muy común en esta cultura", indica Enrique Domínguez.
En total, son unos 80 enterramientos los que han aparecido. Los restos, al igual que los romanos, se trasladarán al Museo Arqueológico, donde después del estudio de detalle al que serán sometidas todas las piezas quedarán depositados. "Del estudio de los restos óseos sacaremos una información muy importante para conocer el estilo de vida en la época. Sabremos más sobre la edad en la que se moría la gente, sus enfermedades, el sexo, la dieta, etcétera", indica el arqueólogo... Ya es sabido que la ciencia moderna no reconoce el derecho al descanso de los muertos.
Por su parte, en el cementerio romano, que responde a la época altoimperial, aunque no se descarta que se pudiese prolongar en el bajo imperio, se han encontrados unos 40 cuerpos. Al igual que en el camposanto musulmán, en esta zona no se han encontrado tumbas monumentales, aunque así cubiertas por tégulas, las típicas tejas romanas de forma cuadrada. Eso sí, como pieza poco común ha aparecido un "tubo de libaciones" que servía para comunicar la tumba con el exterior y así los deudos del fallecido podían introducir en el enterramiento todo tipo de bebidas y alimentos. Para hacer este tubo se reutilizó un ánfora.
La idea que barajan los arqueólogos es que este camposanto se encontraba en una de las vías que salía de la ciudad a la altura de Santa Catalina y que vendría a coincidir con la calle San Luis. Los romanos solían enterrar a sus muertos a las afueras de las ciudades, a los lados de las calzadas.
Poco a poco, el uso como necrópolis de la zona de la Alameda de Hércules fue decayendo y, a partir del siglo XV, los arqueólogos ya encuentran casas con la distribución sevillana de patio en el centro y estancias a su alrededor.
Así lo revelan las excavaciones que se han realizado recientemente en un solar de la calle Alberto Lista que acogerá la sede del Instituto Andaluz de la Mujer. Lo que ha interesado a los arqueólogos no es tanto el uso como necrópolis de la zona, que ya estaba documentado en otras excavaciones llevadas a cabo en las calles Divina Enfermera, Joaquín Costa o Pérez Montalbán, sino la persistencia del cementerio a través de los siglos. En un principio, los investigadores de la empresa Arqueológica encontraron una amplia zona funeraria de la época andalusí fechada entre los siglos XI y XII, aunque en zonas cercanas se han documentado tumbas de hasta la época califal (siglo X). Sin embargo, cuando se profundizó algo más, tras pasar un "gran paquete de inundación", es decir, una serie de capas de lodo y otros materiales depositados allí por diferentes riadas fechadas entre los siglos III y X, se descubrió que aparecía otra necrópolis, ésta de origen romano fechada en la época altoimperial, entre los siglos I y III. Es decir, lo que hoy conocemos como la Alameda de Hércules tuvo en tiempos pretéritos un sesgo claramente funerario.
La actividad arqueológica que fue promovida por la Dirección General de Patrimonio de la Consejería de Economía y Hacienda ha permitido encontrar un área de necrópolis musulmana que, según el investigador Enrique Domínguez no está recogida en la documentación escrita, lo que le da un valor añadido. "Es un cementerio bastante extenso, que ocuparía la zona noroeste de la Alameda. Es la típica necrópolis musulmana, con tumbas que prácticamente carecen de estructuras". No existe ningún enterramiento monumental, lo que podría indicar que era una zona de inhumación de clases no pudientes. "Algunos de los enterramientos están cubiertos con tejas, una tipología muy común en esta cultura", indica Enrique Domínguez.
En total, son unos 80 enterramientos los que han aparecido. Los restos, al igual que los romanos, se trasladarán al Museo Arqueológico, donde después del estudio de detalle al que serán sometidas todas las piezas quedarán depositados. "Del estudio de los restos óseos sacaremos una información muy importante para conocer el estilo de vida en la época. Sabremos más sobre la edad en la que se moría la gente, sus enfermedades, el sexo, la dieta, etcétera", indica el arqueólogo... Ya es sabido que la ciencia moderna no reconoce el derecho al descanso de los muertos.
Por su parte, en el cementerio romano, que responde a la época altoimperial, aunque no se descarta que se pudiese prolongar en el bajo imperio, se han encontrados unos 40 cuerpos. Al igual que en el camposanto musulmán, en esta zona no se han encontrado tumbas monumentales, aunque así cubiertas por tégulas, las típicas tejas romanas de forma cuadrada. Eso sí, como pieza poco común ha aparecido un "tubo de libaciones" que servía para comunicar la tumba con el exterior y así los deudos del fallecido podían introducir en el enterramiento todo tipo de bebidas y alimentos. Para hacer este tubo se reutilizó un ánfora.
La idea que barajan los arqueólogos es que este camposanto se encontraba en una de las vías que salía de la ciudad a la altura de Santa Catalina y que vendría a coincidir con la calle San Luis. Los romanos solían enterrar a sus muertos a las afueras de las ciudades, a los lados de las calzadas.
Poco a poco, el uso como necrópolis de la zona de la Alameda de Hércules fue decayendo y, a partir del siglo XV, los arqueólogos ya encuentran casas con la distribución sevillana de patio en el centro y estancias a su alrededor.
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