Una misión del siglo XVII a la Luna
El mundo está celebrando el asombroso viaje que el Apolo XI hizo a la Luna hace 40 años. Pero poco saben que una apuesta anterior para llegar a la Luna fue lanzada desde Inglaterra, nada menos que en el siglo XVII. Por increíble que parezca, una de las mentes científicas más grandes de la época, el Dr. John Wilkins, fundador de la Royal Society, estaba planificando su propia misión lunar hace cuatro siglos, alrededor de la época de la Revolución Inglesa.
No era simple retórica. Inspirado por los grandes viajes de descubrimiento por el mundo de Colón, Drake y Magallanes, el Dr. Wilkins imaginó que sólo sería otro pequeño paso alcanzar la Luna.
Wilkins, que era cuñado de Oliver Cromwell, exploró las posibilidades en dos libros. Los registros mostraban que empezó a explorar prototipos de naves espaciales, o carros voladores como los llamaba, para llevar astronautas.
El programa espacial jacobino, como el historiador de la ciencia de Oxford el Dr. Allan Chapman lo llama, floreció debido a que este era un periodo dorado para la ciencia. Se habían realizado enormes descubrimientos en geografía, astronomía y anatomía. Los científicos del siglo XVII estaban en la cresta de la ola.
Las observaciones de Galileo a través de su telescopio habían ayudado a demostrar que las antiguas ideas sobre el universo eran incorrectas. La superficie lunar parecía similar al paisaje de la Tierra. Había montañas, vastas planicies y lo que ellos llamaban fosas y nosotros llamamos cráteres.
Un astrónomo galés, usando uno de los primeros telescopios simples hechos por el contemporáneo inglés de Galileo Thomas Harriot, informó de que los rasgos lunares recordaban a las bahías y cabos mostrados en una carta marina holandesa.
Wilkiins nació en 1614, cerca de Northampton, hijo de un orfebre. Se graduó en el Magdalen College a la eda de 17 años cuando se convirtió en profesor y pastor protestante.
Su creatividad se mostró por sí misma con inventos tales como la primera arma de aire comprimido y el primer cuentakilómetros. Construyó una máquina artificial de arco iris para entretener a sus invitados en el jardín y una vejiga hinchable – un prototipo de rueda neumática.
Wilkins se inspiró en el mayor científico planetario conocido entonces, Johannes Kepler, que había descubierto las leyes físicas que gobiernan el movimiento de los planetas alrededor del Sol. Kepler escribió un libro en 1634, un ejemplo inicial de ciencia ficción, imaginando cómo podría llegar a la Luna.
En 1638, cuando apenas tenía 24 años, Wilkins escribió un nuevo libro, The Discovery of a New World in the Moone (El descubrimiento de un nuevo mundo en la Luna). Compartió la entonces popular visión de que otros planetas y la Luna debían estar habitados. Quería encontrarse con los selenitas como los llamó, e incluso comerciar con ellos de la misma forma que la gente lo hacía con los lejanos continentes.
Escribió: “En los primeros años del mundo los isleños pensaban que eran los únicos moradores sobre la Tierra, o que de haber otros, no podían concebir ninguna forma de comerciar con ellos, quedando incomunicados por el profundo y amplio océano.
“Pero con el paso del tiempo, la invención de los barcos, en los que a pesar de todo ningún audaz y osado hombre se aventuraba, hubo unos pocos lo bastante resueltos para lanzarse al vasto Océano, y ¿cómo de fácil es ahora hacer esto, incluso para el de naturaleza más cobarde y timorata?
Por lo que, tal vez, pueda haber algún otro medio inventado para hacer un convoy a la Luna, y aunque puede parecer algo terrible e imposible pasar a través de la vastedad del espacio del aire, no hay duda de que habría algunos hombres que se aventurarían a hacerlo así como los otros”.
Wilkins, en el grabado de la izquierda, tenía que considerar el problema de escapar de nuestro planeta en una época en la que aún quedaban muchos años antes de que la caída de una manzana inspirase a Isaac Newton para identificar la fuerza de la gravedad.
En lugar de esto, Wilkins pensaba que estábamos pegados a la Tierra por una especie de magnetismo. Sus observaciones de las nubes le sugirieron que si un hombre podía alcanzar una altitud de apenas 35 kilómetros, quedaría libre de esta fuerza y sería capaz de volar por el espacio.
Estaba fascinado por los dispositivos mecánicos, relojes y muelles. Su gran idea era construir una auténtica “nave espacial”, una máquina voladora diseñada como un barco pero con un potente muelle, máquinas de reloj y un conjunto de alas. La pólvora podría usarse como una forma primitiva de motor de combustión interna.
Estas alas debía estar cubiertas con plumas de pájaros de vuelo alto tales como cisnes o gansos, dijo Wilkins, y la nave debería despegar en un ángulo bajo – tal y como lo hacen los aviones modernos de hoy.
Sugirió que 10 o 20 hombres podían agruparse, gastando 20 guineas cada uno, para emplear a un bueno herrero para ensamblar tal máquina voladora a partir de un conjunto de planos.
Los astronautas actuales toman comida especial para el espacio preparada para un entorno sin gravedad. Wilkins pensaba que la comida no sería necesaria para sus exploradores. Creía que ya había pruebas de gente pasando largos periodos sin comer. Y en el espacio, libres del “magnetismo” de la Tierra, no habría tirón en sus órganos digestivos como para hacerlos tener hambre, defendía.
De forma similar, respirar no sería un problema. Era conocido que los montañeros sufrían falta de respiración a grandes alturas. Wilkins dijo que esto se debía a que sus pulmones no estaban habituados al aire puro respirado por los ángeles. En ese tiempo sus astronautas tendrían que habituarse a él y ser capaces de respirarlo en su viaje a la Luna.
Los registros muestran que Wilkins realizó el experimento de construir máquinas voladoras con otro gran científico de la época, Robert Hooke, en los jardines de Wadham College en Oxford, alrededor de 1654. Para la década de 1660, empezó a darse cuenta de que el viaje espacial no iba a ser tan fácil como había imaginado.
El Dr. Chapman, del Wadham College de Oxford, no tiene dudas de que Wilkins es el padre del programa espacial. Dijo a Skymania News: “Definitivamente. No hay duda sobre eso. Su ingenuidad era enorme. Vio su carro volador como la versión espacial de las naves de Drake, Raleigh y Magallanes.
“De la misma forma que un inglés, Thomas Harriott, derrotó a galileo al usar el telescopio antes, en el 40 aniversario del aterrizaje sobre la Luna hubo otro inglés que apareció con la mejor posibilidad de llegar a la Luna en su época.
Este era un periodo dorado para la ciencia británica. El vacío aún no se había descubierto. En 1640, volar a la Luna era una posibilidad heroica.
Pero para 1670, se dieron cuenta de que era imposible. Habían hecho tantos descubrimientos en física y astronomía en 30 años que podían ver que volar a la Luna era imposible. Pero en ese glorioso periodo de 1640, parecía una posibilidad real”.
http://www.cienciakanija.com/2009/07/18/una-mision-del-siglo-xvii-a-la-luna/
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