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Voces del Misterio

El Señor de Sipan, la cultura mochica

Entre los siglos I y VII d.C. al norte del Perú, en la árida costa comprendida entre la cordillera de los Andes y el Oceáno Pacífico, allá donde los ríos Lambayeque, Jequetepec y Chicama envuelven con sus aguas a la zona comprendida entre las ciudades de Lambayeque y Trujillo, se desarrolló una civilización sustentada en la agricultura, una sociedad amante de la vida y de la diversión: los mochicas o moches.

 Cultura moche

Mientras al otro lado del mundo, en Europa, el Imperio Romano alcanzaba su máximo esplendor, los mochicas desplegaron sus conocimientos y su religión. Fue una etapa del Perú, a la que se conoce como regionalización, en la que florecieron diferentes culturas, motivadas ensencialmente por la gran variedad climática, de flora y fauna existente en esa zona del antiguo Perú.

Pero esta cultura mochica, o moche, o incluso proto-chimú o muchik, como también se le ha dado en llamar, era una sociedad avanzada para su tiempo, capaz de canalizar las aguas y desarrollar un complejo sistema de riego para sus tierras. Crearon acueductos, terrazas, depósitos y todo un complejo sistema encaminado a llevar las aguas hasta sus tierras, pues su sustento básico era la agricultura. Llegaron a utilizar fertilizantes animales y cultivaron esencialmente el maíz, además del fríjol, la mandioca, la calabaza o la chirimoya.

Las primeras aldeas de las que se tiene constancia están en la desembocadura del río Jequetepeque, pero su núcleo principal se asentó en el valle del río Moche, donde se construyó una ciudad sagrada que fue sede del gobierno mochica. Sus principales restos son las Huacas del Sol y de la Luna, auténticos palacios de los señores mochicas, que eran los gobernantes, los que tenían un poder absoluto fuera de todo control y de transmisión dinástica. Era tal la fuerza que tenía la religión en esta sociedad que los sacerdotes jugaban un papel importantísimo en el gobierno del pueblo, hasta el punto de considerarse a la sociedad moche como teocrática.

Huacas del Sol y la Luna 

Y es que, precisamente, la religión mochica giraba en torno a la veneración a la Luna, a la que llamaban Si. Por eso tenían tan perfecto conocimiento del movimiento de las mareas y de las fases lunares. para ellos la muerte no era sino un tránsito a otro nivel de vida donde se continuaba al igual que en la Tierra teniendo unas responsabilidades y unos derechos propios de su rango.

La sociedad estaba organizada por clases, con los campesinos y mendigos en su estamento más bajo, los artesanos y sirvientes en la intermedia, y los sacerdotes en la alta. Finalmente el señor era el que se situaba en la cima más alta de la pirámide social.

Sin embargo, y a pesar de esta fuerte división social, los mochicas eran seres que disfrutaban de la vida como demuestran sus pinturas y cerámicas. Les gustaba beber e incluso emborracharse. Bailaban con frecuencia, y en cuanto al sexo no tenían prejuicios éticos y morales, pues, siempre según las cerámicas encontradas, practicaban las más diferentes formas de coito, predominantemente el anal y el bucal.

La cerámica ha pasado a la historia como el símbolo de esta sociedad, su mayor arte, pues es de una gran belleza estética y presenta una decoración muy variada, desde animales hasta plantas o dioses. Sin embargo, también sabían manejar los metales preciosos y a manejar perfectamente el calor y el frío.

Como vemos, era una sociedad enormemente avanzada teniendo en cuenta los siglos de los que hablamos, muy anterior a los incas, por ejemplo. Esa es la gran importancia del descubrimiento del conocido como el Señor de Sipán. Tanta como que se ha llegado a considerar como uno de los más importantes descubrimientos arqueológicos que se han hecho en el siglo XX, al mismo nivel de por ejemplo el hallazgo del Macchu Pichu o de la tumba de Tutankamón.

 El Señor de Sipan

Sipán dio una gran información sobre este pueblo y aún es mucha la que dará. Es el pasado entero de toda una nación. Es la historia de los antecesores, de los origenes de toda una  civilización, e incluso hoy día se reconoce su importancia dando nombre a instituciones y colegios por todo el Perú norteño.

Las raíces han quedado a la luz con el Señor de Sipán.

Era el mes de febrero de 1987 cuando el doctor Walter Alva se decidió a excavar… pero ésta es otra historia… que pronto podréis leer….

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